

El guardián del cacao narra el inicio de la transportación del producto hacia Europa, y como los piratas lo robaban en altamar.
Quetzalcóatl se apodera de Don Florencio Sánchez cuando habla sobre el fruto mágico llamado Cacao; el Chocolate, y la hacienda “Jesús María”.
También sobre la construcción de la presa “El rompido”, y el beneficio que esto significó cuando después de las grandes inundaciones el río Mezcalapa traía animales, plantas y residuos minerales que transformaron la tierra en la que el cacao se sembró, y de ahí obtuvo su sabor afrutado, diferente a los otros.
“El de nosotros es con buqué, se la ganamos con un 20 por ciento más de manteca, por eso nuestro cacao es más cremoso, brilloso, suave”, y por eso actualmente se exportan a Francia grandes volúmenes de toneladas.
Se emociona, las manos y rostro de don Florencio se transforman al detallar que en el terreno de 70 hectáreas de plantaciones de cacao -ubicadas en el municipio de Comalcalco, Tabasco-, también se construyó la casa del campesino, una cocina Maya chontal, un herbolario y la fábrica donde se elaboran los productos Cacep.
Durante los 365 días del año visitantes locales, nacionales y extranjeros salen enamorados de Tabasco luego de recorrer la hacienda, y escuchar a través del guardián del cacao sobre las costumbres y tradiciones de esta tierra milenaria.

Aunque a lo largo de la historia el cacao ha padecido el embate de plagas, personas como Vicente Gutiérrez Cacep le apostaron a la preservación del grano. Y es precisamente por tratarlo de manera natural y orgánica que la hacienda Jesús María está certificada para exportar “Somos diferentes a nivel mundial porque hay chocolates de todas partes, pero ninguno tiene la marca, el sello de origen”.
Los minutos pasan y las historias siguen y siguen, pero también la mirada al futuro. A diferencia de otros productores que ofrecen al extranjero exportar el cacao criollo almendra blanca, pero deben esperar cinco años a que se cumpla el proceso de producción, en la hacienda Jesús María, con visión empresarial, don Vicente Gutiérrez Cacep, solo los hace esperar dos años al utilizar la técnica del injerto.
Y para hacer la diferencia, a la par trabajan en otra variedad “Ya tienen injertada unas reservas del cacao cundeamor, un genotipo prehispánico, muy antiguo; además, nos hemos enfocado en rescatar otro cacao que es rojo como el corazón, sangre de Cristo, un cacao lagarto”,agrega don Florencio.
Han pasado 25 años desde la primera vez que se involucró en la tarea de promover esta empresa turística del Grupo Industrial Cacep, y afirma que su fortaleza es que se ha documentado y continúa investigando para ofrecer cosas innovadoras a los visitantes.
Ahora estudia sobre las bebidas prehispánicas para preparar una cata de pozol, porque dice, cada día va uno descubriendo sabores y aromas. Don Florencio se describe como una persona orgullosa de sus raíces y categórico afirma “Yo no me voy a jubilar, mientras pueda ver, oler, saborear, escuchar, y sentir las emociones que abundan aquí. Como Quetzalcóatl cuando me lleve, aunque yo vaya pataleando, no me quiero ir.”
Recomienda a todos sentirnos orgullosos de ser tabasqueños, pero no solo por el cacao y el chocolate, sino por el agua, las lagunas, selvas, flora y fauna del estado.
